Grooming y delitos contra menores en el entorno digital: cómo evolucionan las estrategias de captación
El grooming es una forma de violencia sexual ejercida por adultos a través de medios digitales. No se trata solo de un delito informático; es un fenómeno complejo que requiere ser comprendido desde una mirada multidisciplinaria que articule lo jurídico con lo psicológico, lo educativo y lo afectivo.
La notificación del chat llegó pasadas las once de la noche. El parpadeo azul de Instagram iluminó la habitación de Juno, reflejándose en sus ojos llenos de inseguridades y soledad. Juno, una adolescente que luchaba con su autoestima y se sentía incomprendida, encontró en esa pequeña ventana al mundo una esperanza de conexión y pertenencia. Abrió el mensaje con nerviosismo; era de "Bruno", un chico de dieciséis años que había conocido hacía pocas semanas. Desde el primer instante, Bruno le ofreció algo que Juno desesperadamente buscaba: seguridad, aliento y comprensión.
Al principio fue solo un comentario en una historia de Instagram. Después, algunos intercambios por mensaje privado. Bruno tenía su misma edad, un estilo relajado, una forma de hablar que la hacía sentir escuchada y comprendida. Era la única persona que no la interrumpía, que no la juzgaba. Poco a poco, esa conversación cotidiana se volvió indispensable. Bruno sabía cómo hacerla reír y cómo levantarle el ánimo. Cuando le dijo “sos hermosa, aunque no lo veas”, todas las defensas y recelos de Juno cayeron.
Así, con cada palabra, Bruno fue ganando terreno. Primero se intercambiaron fotos comunes. Después, algunas más cuidadas, buscando el ángulo, el filtro, la validación. Con el tiempo —y muchas palabras dulces de por medio— esas fotos se volvieron más íntimas. Bruno decía que eran “su secreto”, que ella le gustaba de verdad. Juno, con la mezcla adolescente de inseguridad y deseo de afecto, creyó. Y confió.
Bruno, luego de un tiempo, comenzó a exigir diariamente fotos y videos sexuales. Juno empezó a sentirse incómoda ante tanta presión, y un día, cuando Bruno exigía fotos íntimas en el medio del horario escolar, se negó. En ese momento Bruno dejó de ser Bruno. O al menos, dejó de ser ese chico tierno y paciente que ella conocía. Su tono cambió. Comenzó a dar órdenes y extorsionar, amenazando con enviar todo lo que tenía a los padres de Juno, sus compañeros de escuela, y a todos sus contactos. El terror se apoderó de Juno.
Fue ahí cuando entendió. No sabía quién estaba del otro lado. Pero sí comprendió que no era un adolescente enamorado. Era alguien más. Un desconocido que la había atrapado pacientemente en su red. Y ahora la tenía en sus manos. Durante semanas vivió presa del miedo. No solo por lo que pudiera hacer él, sino por la culpa, la vergüenza, el pánico a que su familia se enterara.
Todo cambió una tarde cualquiera. Su madre tomó su celular para buscar una dirección en Google, y sin querer, abrió la galería de imágenes. Lo que vio fue como un golpe seco al pecho. Más tarde encontró los mensajes, las amenazas, el infierno oculto detrás del silencio de su hija. Pero no gritó. No juzgó. Solo la abrazó. Le dijo que la amaba. Y que a partir de ese momento, ella la iba a defender.
Hicieron la denuncia. La investigación llevó meses. Pero finalmente, la verdad salió a la luz: Bruno no era Bruno. Era un hombre de 47 años, con antecedentes por delitos similares, que había construido decenas de perfiles falsos para captar adolescentes vulnerables como Juno. Había repetido el mismo patrón con muchas chicas. Pero esta vez, alguien habló. Y fue suficiente para empezar a romper la red.
¿Qué es el grooming?
El grooming es una forma de violencia sexual ejercida por adultos a través de medios digitales, con el objetivo de establecer un vínculo de confianza con un niño, niña o adolescente para vulnerar su integridad, su privacidad y, en última instancia, su voluntad. No se trata solo de un delito informático: es un fenómeno complejo que requiere ser comprendido desde una mirada multidisciplinaria, que articule lo jurídico con lo psicológico, lo educativo y lo afectivo.
Desde el plano legal, en Argentina el grooming está tipificado por el artículo 131 del Código Penal, incorporado por la Ley 26.904. Esta norma castiga a quien, mediante comunicaciones electrónicas o cualquier tecnología digital, contacte a un menor de edad con fines sexuales. La ley no exige que el contacto derive en un encuentro físico, ni que se concrete el abuso: basta con que exista intención de vulnerar sexualmente al menor, aún en el plano virtual.
Sin embargo, para entender su verdadera gravedad, debemos ir más allá del Código Penal. El grooming se construye sobre las grietas emocionales de sus víctimas: la necesidad de afecto, la búsqueda de validación, el deseo de ser visto o escuchado. El agresor, muchas veces, no irrumpe como un monstruo visible, sino como alguien que "comprende", que "acompaña", que "escucha". Se disfraza de lo que el menor necesita, y desde ahí despliega una estrategia meticulosa de manipulación emocional que puede durar semanas o meses.
El punto crítico llega cuando esa falsa relación de confianza deviene en coacción: el adulto ya no pide, sino que exige; ya no acompaña, sino que amenaza; ya no halaga, sino que extorsiona. La víctima queda atrapada entre el miedo a ser expuesta y la vergüenza de contar lo que ocurrió. Esta doble trampa —emocional y digital— es lo que hace al grooming tan peligroso y devastador. La víctima no solo se enfrenta al daño por las imágenes compartidas, sino también a una profunda herida psíquica, que puede dejar huellas duraderas si no es abordada con contención profesional y amorosa.
¿Cómo prevenir el grooming?
La prevención no empieza en la pantalla, sino en el vínculo. Por eso, el rol de los adultos responsables es irremplazable. Aquí algunas recomendaciones concretas para madres, padres, educadores y personas adultas que acompañan a niñas, niños y adolescentes:
Para adultos responsables
- No espiar, sino estar presentes. Es preferible construir confianza que imponer vigilancia. El diálogo abierto sobre lo que hacen en Internet es más eficaz que cualquier control parental automático.
- Enseñar desde pequeños que su cuerpo es suyo, que tienen derecho a decir que no, incluso frente a personas en las que confían.
- Fomentar una autoestima sólida, que no dependa únicamente de la aprobación externa o de “likes”.
- Si detectás comportamientos extraños (aislamiento, ansiedad, irritabilidad al usar el celular), abrí una conversación desde la empatía, no desde el reproche.
Para educadores y adultos del entorno
- Incorporar estos temas en las aulas con lenguaje claro y adaptado a cada edad.
- Acompañar a estudiantes en su vínculo con la tecnología, sin demonizarla, pero enseñando a reconocer riesgos y límites.
- Estar atentos a cambios bruscos de conducta, dificultades de concentración o rechazo repentino a la escuela, que pueden ser síntomas de algo más profundo.
En caso de sospecha o confirmación
- No borrar mensajes, fotos ni videos: son pruebas valiosas.
- No enfrentarse al agresor ni hacerse pasar por el menor.
- Realizar la denuncia en la fiscalía o comisaría más cercana, o bien en las líneas oficiales.
- Buscar apoyo psicológico especializado. La víctima necesita ser escuchada, contenida y protegida.
El grooming no ocurre por imprudencia de las víctimas. Ocurre por el abuso de poder de adultos que se aprovechan de su vulnerabilidad emocional. La respuesta debe ser colectiva: más presencia, más escucha, más vínculos saludables en el mundo real que fortalezcan la autoestima en el digital.
Si sos madre, padre, docente o familiar y sospechás que un menor está siendo víctima de grooming, o simplemente querés saber cómo actuar ante una situación confusa, hay personas a disposición para asesorarte y acompañarte.
Podés contactarte con gente del Ministerio Público Fiscal o con abogados, como quien escribe, que trabajan en este tipo de casos, con total reserva y confidencialidad. No estás solo. Tampoco está sola la víctima. Y eso, ya es empezar a cambiarlo todo.