Los niños autistas suelen tener una sensibilidad auditiva que les hace padecer de manera extraordinaria los efectos de la pirotecnia.

El tema del uso de elementos pirotécnicos ha sido ampliamente debatido en diferentes ciudades, inclusive legislado, pero luego aplicar los controles resulta una tarea infructuosa.

Según relata hoy el periodista Diego Von Sprecher en una excelente nota en el diario Rio Negro, Maximiliano Galante pasará Nochebuena en una chacra de Allen donde no llega el estruendo. El año pasado se refugió en la barda con Franco, que es autista.

Abandonar el hogar porque las fiestas de fin de año se transforman en un padecimiento cuando el reloj marca las 00:00 y las explosiones de los fuegos artificiales sacuden la madrugada. Esa es la única manera que Maximiliano Galante encontró para proteger a su hijo autista, con quien cada Navidad y Año Nuevo no tiene otra alternativa que exiliarse lejos de la ciudad.

Sensibilizó a miles de personas cuando el año pasado y en las redes sociales, publicó un video en el que mostraba cómo recibía la Navidad junto a su hijo, en la oscura y solitaria noche de la meseta, en Allen.

Mientras en la ciudad todos alzaban las copas y se deseaban felicidades, Maximiliano y su hijo Franco, que padece Trastorno generalizado del desarrollo (TGD) con espectro autista y no tolera los ruidos fuertes, escapaban de los estruendos de la pirotecnia.

"Hubo algunas propuestas de algunos padres para juntarnos entre todos y autoexcluirnos en algún lugar. Pero la verdad es muy feo tener que hacer eso para visibilizar el reclamo", dijo.

Como padre de un niño autista, Maximiliano emprendió una lucha que no es para nada fácil pero que aún sostiene: la de lograr que la sociedad comprenda que hay otras maneras de celebrar la llegada de la Navidad o el Año Nuevo, sin perjudicar a quienes sufren los efectos de la pirotecnia.

Fuente Diario Rio Negro /Diego Von Sprecher