Entre tantos datos de muerte y enfermedad la historia de Esquibel Montero sólo habla de fe y de vida. Tiene 64 años y dice "yo me salvé del COVID, pero no se lo deseo a nadie".

Su vida transitaba normalmente en Aldea Epulef donde vive. Allí tuvo un encuentro con una persona que era positivo de COVID y lo contagió. Nunca pensó lo que venía.

En cuanto se detectó esta situación definieron aislarlo como en todos los casos 10 días pero cuando lo controlaron, el cuadro lejos de mejorar, se mantenía igual o peor. Y allí comenzó la historia que sin dudas lo marcará a él y a los suyos para siempre.

Lo trasladaron a Esquel y lo internaron con una insuficiencia respiratoria. "Pensé que me traían a revisarme y luego volvería. Me internaron en el hospital un mes y dieciseis días". Comenzó a empeorar, la complicación fue una neumonía bilateral y terminó en terapia durante 12 días.

"Ahí pasé mi momento difícil" dice Esquibel en tono pausado, aun recuperándose de la falta de oxígeno. No para de agradecer, la fe lo acompañó siempre.

"Llamaron a mis hijos porque pensaban que no pasaba la noche. Dios me devolvió la vida y los doctores y enfermeras pusieron empeño para mi recuperación. Estoy agradecido a todos" dice.

Sin embargo afirma que "Nunca sentí miedo, pero sí tristeza" porque pensaba que no iba a volver a ver a sus hijos. Eso era todo lo que giraba en su mente.

La permanencia en el hospital fue más prolongada de lo que pensaban. Esquibel estaba peleando con el virus y el cuadro no presentaba mejoría. Y si bien la dedicación de todo el personal de salud hizo mucho, hubo una bisagra cuando los médicos permitieron que se encuentre con sus hijos. El amor mueve montañas, dicen y acá fue el mejor remedio "Estuve casi un mes sin comer, sólo con suero, después empecé a recuperar. Cuando el doctor permitió la visita de mis hijos fue mi gran fortaleza, cuando vi a mi familia".

El momento mas difícil sin dudas fue cuando recibieron el llamado diciéndole que no pasaba la noche. "Ellos pensaban que yo no salía. Dios es tan grande y maravilloso que me dio fuerza" señala.

Es un agradecido eterno "Cuando pase a terapia intensiva fue muy critico pero le agradezco a Dios, a los doctores y a las enfermeras. Ahora permanece en la casa de su hija en Esquel, sigue con su recuperación monitoreado por los médicos del hospital. Poco a poco va volviendo a la normalidad, la asistencia de oxígeno es cada vez menos necesaria.

La salida del hospital fue un momento de alegría. Entre tanto pesar y la dolorosa convivencia con la muerte, el personal de salud también tiene su momento para festejar la vida. Y así fue cuando Esquibel recibió el alta.

Su testimonio es por demás valioso, no se lo contó nadie. Tampoco a su familia. Sintieron el dolor en carne viva y hoy remarca una y otra vez "yo me salvé, pero no se lo deseo a nadie. Cuídense".