Antes de ser mamá pensaba en este rol de un modo abstracto y quizás idealizado, lógicamente, sin la propia experiencia. 

También decía (y me decía) algunas frases que resonaban con mi historia, mis formaciones, mis contextos y mis ideologías, relativas a no perder mi independencia o no dejar mi recorrido profesional guardado en un cajón.

Casi sin darme cuenta, en ocasiones me encontré criticando a otras mamás (a veces en voz alta, otras sólo en mi cabeza) por su dedicación exclusiva a sus hijxs. Hace cuatro meses nació mi hijo y, contando todos los minutos que hemos estado a más de medio metro de distancia, no llego a contabilizar una hora entera. 

He recibido comentarios sobre mis decisiones íntimas y privadas (que colecho sí, que colecho no, que sólo teta sí, que sólo teta no, que ojo con los brazos, que por qué no lo soltas un poco, etcétera). Recientemente incluso su papá sugirió que me despegue un poco de mi hijo ya que pronto voy a tener que retomar mis actividades laborales y "te va a costar mucho". 

Además de que no logro comprender por qué muchas personas nos sentimos con derecho a opinar sobre dinámicas familiares ajenas (repito, yo también estuve de ese lado), me resulta totalmente ajena e inaccesible la idea de dejar a mi recién llegado al mundo al cuidado de alguien más. Por un lado pongo en cuestión las recomendaciones de salud de la OMS y replicadas en nuestro país por instituciones de referencia: Lactancia Materna Exclusiva los primeros seis meses de vida e idealmente sostenida durante los primeros dos años de vida. 

Y más aún, teniendo en cuenta el conocido "brote de crecimiento" del tercer mes de vida, momento en que el lactante se prende con insistencia al pecho de su madre para aumentar la succión y que este estímulo genere mayor producción (no es el único pero es uno de los más fuertes, que incluso puede modificar el curso de la lactancia), encuentro contradictoria la legislación actual que nos otorga sólo 90 días de licencia por maternidad. 

Pero no se trata sólo de lactancia materna o de fórmula, éste es sólo un aspecto de la relación con nuestrxs hijxs. También siento que nuestros cuerpos de madre son su territorio natural. Lxs hijxs nos habitan por dentro y, cuando nacen, nos habitan de este lado. 

Necesitan nuestro contacto, nuestro olor, nuestro calor y la seguridad de estar tan cerca nuestro que a veces sólo es el upa el que lxs calma. 

Esto suele decirse y vivirse, pero, ¿Por qué no es frecuente hablar de las necesidades de las madres? ¿Por qué tenemos miedo, temor, inseguridad de contar cómo nos sentimos y qué necesitamos? 

Lo cuento porque es mi realidad y, abrazándola, la acepto y actúo en consecuencia. 

Mi cuerpo también me pide que lo aúpe, que lo arrulle, que le cante y le permita hacer todas sus siestas en mi pecho. 

Mi condición de madre mamífera me lleva a necesitarlo cerca cuando duerme, cuando duermo, cuando dormimos. 

Sufro mientras me baño y en esos 75 segundos que demoro en salir del baño, mi mayor anhelo es verlo. 

No lo dejo con otros familiares para tomarme un descanso sola. Ni siquiera con el padre. Aunque esté cansada. Aunque me cueste. Aunque desearía dormir un par de horas de corrido. Mi necesidad es tenerlo conmigo. ¿Hasta cuándo?, me preguntan. La respuesta es sencilla: "Hasta que ya no lo necesitemos más".

En este estado elijo, a conciencia y con plenitud, estar en casa y poner una pausa al resto de mis actividades laborales y profesionales. 

Es una elección y responde a lo que vivo: de mi cuerpo nació mi hijo, de mi cuerpo se alimenta. Y en esta simbiosis que gestamos, con mi hijo nació su madre, con su alimento también yo me alimpento. Con la succión, sea nutritiva o afectiva, todo mi ser se enciende en regocijo de tener acá, conmigo, a mi cría. Siento que deberíamos poder elegir. 

Elegir quedarnos con el cachorro el tiempo necesario, o elegir compartir las horas con otrxs cuidadores y retomar otras actividades.

Cada díada mamábebé debería poder elegir. Y lxs demás, familia, amigxs, comunidad, acompañar y no juzgar. 

Y el sistema laboral, el estado y la legislación, por supuesto, favorecer estas elecciones. 

El lugar y los cuidados que le damos a los embarazos, a los nacimientos, a la lactancia, a las infancias.. ¿No son acaso el entendimiento mismo que tenemos de la vida? ¿Qué valor tiene la vida? ¿Qué tarea puede ser más urgente que cuidar a nuestrxs recién nacidxs, a nuestrxs pequeñxs? De los trabajos se pueden ocupar otras personas, ahí no somos imprescindibles. Pero para nuestrxs bebés, ¿qué mejor regalo podemos hacer que favorecer el contacto con su madre, apoyar la lactancia materna y darles la segurida que necesitan? 

Ser madre es la tarea más difícil que estoy afrontando, de todas las que he vivido hasta hoy. Estar con mi hijo 24 hs, todos los días, es más exigente y arduo que cualquier trabajo que haya hecho antes. 

La maternidad me exige mucho cuerpo físico, poco descanso, en ocasiones incluso no poder comer bien. Pero elijo estar acá. 

Y no se trata de "poder permitírselo económicamente", sino de buscar la forma, cómo familias, como comunidades, de que ese vínculo sea sostenido, siempre que se desee. ¿Hasta cuándo? Muy sencillo: hasta que ya no lo necesitemos más. 

¡Gracias por leer y compartir! Abro este Espacio de Reflexión y Ejercicio del Debate para que podamos salir de nuestro lugares cómodos y crecer, para una vida más plena, en lo individual y en lo colectivo. 

Recibo sus comentarios, reflexiones y sugerencias para futuras notas también.

Florencia Siffo 

Chef Vegana Naturista 

2945 556058 

florsiffo@msn.co