Es parte de la vida humana atravesar momentos de dolor: físico y emocional. Las causas pueden ser muy variadas: pérdidas (de lo que sea), rupturas amorosas, el fracaso de algún proyecto, y mil etc.

Ante momentos dolorosos, empezamos a NO QUERER que nos pase lo que nos está pasando, a querer controlar o evitar el dolor, esos modos de vincularnos con la situación empiezan a hacernos sufrir cada vez más, y a dejarnos encerrados en una batalla contra el dolor, batalla que muchas veces se transforma en una guerra contra nosotros mismos, contra nuestra propia naturaleza inevitablemente humana.

IMPORTANTE: Todos, absolutamente todos, hacemos lo que podemos frente a el dolor. Cada ser humano, cuando se encuentra con el dolor de frente, hace lo que puede según su historia y su aprendizaje. Hacemos uso de lo que nos dicen, de lo que nos dijeron, de lo que aprendimos a lo largo de la vida, y de lo que podemos hacer.

Si bien el dolor es parte de nuestra vida, hay que prestar atención a lo que hacemos con él, por que la manera en que nos relacionamos con el, puede generar sufrimiento.

Podemos describirlo con esta fórmula matemática:

Sufrimiento = Dolor x Resistencia.

El sufrimiento se amplifica o se reduce, según como nos relacionemos con el dolor.

Cuanto más nos resistimos, (cuanto más queremos controlarlo, cambiarlo, o sacarlo de encima), más aumentamos el sufrimiento.

Es interesante reflexionar sobre esto y preguntarse, no con la intención de culpabilizarse sino con el fin de aprender a distinguir lo evitable de lo inevitable.

En terapia no se busca eliminar el dolor, ya que esto es imposible. Sino que se busca generar un cambio "interno", en la manera en la que nos relacionamos con el dolor. Una relación donde el dolor no sea un problema a resolver, sino una experiencia a tener y transitar de la mejor manera posible según las circunstancias que estemos viviendo.