Hoy se conmemora el 171° aniversario del fallecimiento del Libertador. El 17 de agosto de 1850 moría en Francia José de San Martín, para muchos, considerado el Padre de la Patria.

El Presidente Alberto Fernández tiene previsto la visita a San Martín, donde lo recibirá el intendente Fernando Moreira y encabezará un acto en homenaje a José de San Martín por un nuevo aniversario de su muerte.

En Esquel el acto tendrá lugar a las 15 horas en la Plaza que lleva el nombre del Libertador y es organizado por la Municipalidad de Esquel.

Un símbolo que no sólo reivindica - e invita a reflexionar al respecto - la independencia nacional y latinoamericana, sino que también a lo largo de la historia se lo ha considerado un ejemplo de valentía, honor y carácter tenaz.

Tras pelear en España contra las tropas napoleónicas, regresó a su patria en 1812. Tuvo su primera victoria a favor de la causa de la independencia de América en el combate de San Lorenzo, al frente de los Granaderos a Caballo.

Más tarde, como parte de su estrategia de liberar Chile y Perú del dominio español, asumió la gobernación de Cuyo y organizó el Ejército de los Andes. Tras cruzar la Cordillera, obtuvo las victorias de Chacabuco, en 1817, y de Maipú, en 1818, que aseguraron la independencia de Chile.

En julio de 1821 entró en Lima, Perú, y el 28 de ese mes declaraba la independencia de ese país. San Martín abolió la esclavitud y los servicios personales (mita y yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves dificultades financieras, lo que creó entre la población un creciente descontento. Pese a las dificultades San Martín pudo controlar la situación y lograr la rendición de los realistas del Sur y del Centro del Perú.

Luego de la entrevista con Simón Bolívar en Guayaquil y como consecuencia de las desavenencias con el gobierno de Buenos Aires decidió marchar hacia Europa, donde falleció unos años después.

San Martín para ese entonces estaba muy enfermo. Sufría asma, reuma, úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se fue agravando hasta que falleció el 17 de agosto de 1850. En su testamento pedía que su sable fuera entregado a Rosas "por la firmeza con que sostuvo el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla" y que su corazón descansara en Buenos Aires.

Esta última voluntad se cumplió en 1880, cuando el presidente Avellaneda recibió los restos del Libertador.