Sí, locro es uno de los platos típicos de la época. Pero si bien es el plato por excelencia de cada fecha patria en Argentina y era habitual en los hogares de la colonia, no existen referencias documentadas de que haya estado presente en los momentos de la revolución de mayo de 1810 o seis años después, en los de la independencia, que justifiquen su consumo cada 25 de mayo o 9 de julio.

Con las particularidades de cada región, gran parte de los menús criollos del siglo XIX son los que seguimos disfrutando hoy en día, salvando las distancias en las condiciones de sanidad; aunque a favor de aquella época algunos especialistas aseguran que se trataba de alimentos más frescos y menos "intervenidos" que los actuales.

El menú criollo era diverso. Principalmente en Buenos Aires, estuvo muy influenciado por las corrientes migratorias. La cocina era un ritual para el que había mucho más tiempo que el actual, por lo que sus cantidades eran profusas y en etapas y respondían además al mayor gasto calórico de los ciudadanos de aquella época.

Los guisados con carne salada (tasajo) de diferentes presas eran lo diario en los hogares. La olla podrida, viejo pariente del puchero, era una preparación de carnes con verduras hervidas que se dejaba por varios días (recordemos que la refrigeración llegó más tarde). También había gran variedad de sopas, pavo relleno, asado, estofado, carbonada, locro, humita.

El consumo de carne era constante, porque provenía de las estancias en zonas aledañas a las casas, además de accesible a todas las clases sociales. Las verduras crudas no eran muy habituales, sí hortalizas hervidas, las más abundantes el zapallo y la calabaza. También eran muy utilizadas las legumbres: arvejas, porotos, lentejas.

Estaban presentes el mate y el chocolate caliente en las tertulias, sin olvidar el vino abundante de Málaga, San Juan y de Mendoza. Las empanadas eran al paso, no solían servirse en plato. Los pastelitos también eran habituales.

Para el postre, arroz con leche, yema quemada, ambrosía, mazamorra, frutas frescas o disecadas como los "orejones" en el norte.

Según cuenta el periodista y escritor Daniel Balmaceda en su libro "La comida en la historia Argentina":"Hacia 1810 el menú tenía mucha carne y poca pasta, los fideos se tomaban en las sopas".

Balmaceda también menciona la escasez anterior a las invasiones inglesas, y la dificultad de contar en las mesas familiares de la colonia con cuchillos, vasos y sillas para todos los comensales, máxime en las familias muy numerosas. Atento a ello era habitual observar que se comía con la mano y se compartían los cubiertos, los vasos y los platos soperos, hasta que las costumbres de los oficiales ingleses hicieron mella introduciendo ciertos protocolos, como el brindis, que implicaba que cada comensal tuviera su copa.

"La llegada del inmigrante revolucionó la cocina de nuestro país. Sobre todo, lo que yo denomino "cocina fusión", que fue la que se generó en los conventillos, a donde la cocinera francesa se juntaba con la inglesa, con la española, con la criolla, con la italiana y la rusa. Cada una hacía su aporte y de allí salían platos que no tenían nada que ver con los que se preparaban en sus tierras de origen" explica el autor .