No es un juego: el boom de la ludopatía online en jóvenes
Ocho de cada diez adolescentes en Argentina se asomaron a un casino virtual o a una app de apuestas en el último año. Promocionado en redes y accesible las 24 horas, el juego online se convirtió en un riesgo real para adolescentes. La prevención, todavía, llega tarde.
Nico se despertó con el celular vibrándole bajo la almohada. Era martes. Tenía 16 años y cuatro apuestas abiertas en una app que no le pidió DNI ni permiso a nadie. Había dejado de estudiar para seguir el resultado de un partido en Uzbekistán a las cuatro de la mañana. “Si sale el gol, gano el triple y recupero”, se repetía. No hubo gol.
A la mañana, con los ojos rojos, su mamá le pidió que se levantara. Él seguía revisando las cuotas en la pantalla, buscando la próxima apuesta. Un gol, un córner, un saque de arco, cualquier cosa que le diera esa chispa de dopamina. Lo llamaban “diversión”. Para él, se había vuelto necesidad.
Definición y emergencia del fenómeno
La ludopatía es una adicción comportamental que genera incapacidad para controlar el impulso de apostar, incluso cuando se conocen las consecuencias negativas. Antes se asociaba a salas de bingo y casinos de luces bajas. Hoy, la escena cambió: el casino está en el celular. Gracias a las TICs, los casinos online y las casas de apuestas deportivas se multiplicaron con algoritmos de notificaciones, bonos de bienvenida y predicciones en tiempo real, diseñados para atrapar clics jóvenes que se convierten en apuestas, casi sin restricciones.
Ocho de cada diez adolescentes en Argentina se asomaron a un casino virtual o a una app de apuestas en el último año. Y no fue una vez para “ver qué onda”: el 37 % entra muy seguido, algunos todos los días, arrastrados por notificaciones que les prometen el “último bono” y esa promesa de que la próxima jugada puede cambiarles la suerte.
Los datos son de UNICEF Argentina y Bienestar Digital, que encuestaron a 600 jóvenes entre junio y agosto de 2024. La mayoría, mujeres (58 %); un 66 % de entre 18 y 24 años y el resto que va de los 13 a los 18: la franja donde más crece la ludopatía silenciosa de la pantalla en la mano.
De todos los consultados, siete de cada diez conocen alguna app o web de apuestas online. Entre los más chicos, el número sube a un 95 %. En los chats de WhatsApp, en las stories, en la recomendación de un amigo o un influencer, la puerta de entrada está siempre al alcance de un dedo.
Impactos y consecuencias
La ludopatía digital no es solo una cuestión de gasto de plata: genera ansiedad, insomnio, depresión y rupturas familiares. Muchos jóvenes piden préstamos rápidos o venden sus cosas para seguir jugando. Las redes sociales y streamers que promocionan apuestas normalizan el hábito, con códigos de descuento y promesas de “ganar fácil” que encubren un ciclo de pérdidas constantes. Lo que empieza como “tirar 500 pesos en un partido” termina siendo una cadena de deudas que afecta su futuro.
En India, un joven llamado Harish apostó tanto en apps online que su padre vendió las tierras de la familia para cubrir los préstamos. No alcanzó. Se suicidaron juntos, incapaces de soportar la presión de las deudas y la vergüenza. En Gran Bretaña, Sam, de 21 años, perdió once mil libras en un solo día, atrapado en un bucle de apuestas que lo siguió con notificaciones y bonos de “última chance” hasta empujarlo a pensamientos suicidas. No son casos aislados. Son la cara más brutal de un negocio que se alimenta de la compulsión.
En Argentina, se multiplican los casos de personas que tienen graves problemas con las apuestas a partir de la explosión de los casinos online.
La ciencia explica por qué: apostar online enciende los circuitos de recompensa del cerebro, liberando dopamina, ese químico que te hace sentir euforia. Pero con el tiempo, el cerebro pide más. Más riesgo, más dinero, más tiempo en la pantalla. La corteza orbitofrontal, esa parte que nos ayuda a frenar impulsos, se va apagando, mientras la necesidad de volver a apostar crece. Lo que al principio era un entretenimiento termina convertido en un loop químico que consume horas, energía y vida.
Los datos son igual de crudos: las personas con ludopatía tienen la tasa más alta de pensamientos suicidas entre todas las adicciones. Entre un 50% y un 70% llegan a pensar en quitarse la vida, y entre un 7% y un 30% lo intentan. Los especialistas en salud mental describen un patrón claro: ansiedad, insomnio, estrés permanente, síntomas depresivos, aislamiento y hasta problemas cardíacos por la tensión constante de esperar el resultado de un partido en Uzbekistán a las cuatro de la mañana.
En los jóvenes, el impacto es todavía más feroz. Se interrumpe el estudio, se pierden amistades, se generan deudas que los padres desconocen, se construye una relación tóxica con el celular que se vuelve un casino de bolsillo. Lo que se juega no es plata: es tiempo, futuro, salud mental, vínculos.
Esto no es un accidente. Es un sistema diseñado para enganchar. Para que cada notificación, cada bono, cada gol, sea una chispa que te empuje a apostar de nuevo. Para que cada victoria sea la excusa para seguir, y cada derrota, la urgencia de recuperarte.
Recomendaciones
Hablar. Aunque incomode, aunque se minimice con un “es solo un jueguito”. Hablar en casa, en la escuela, entre amigos, sobre qué son en realidad las apuestas online: un sistema diseñado para atrapar a los pibes, para que pierdan y sigan jugando, para que el algoritmo les chupe la atención y les deje deudas.
Limitar. Configurar controles parentales, bloquear apps y páginas de apuestas en dispositivos de menores. Monitorear horarios, cambiar rutinas, buscar espacios de ocio que no dependan de un celu que vibra con promesas de “ganancias”.
Regular. Exigir a los gobiernos un marco legal claro, nacional, que regule la publicidad de apuestas online, que limite la propaganda invasiva y el marketing de bonos disfrazados de “diversión”. Que haga cumplir la verificación de edad, que impida que un chico de 14 años pueda apostar a las tres de la mañana.
Acompañar. Si ya hay deudas, si ya hay un enganche, buscar ayuda profesional. Psicólogos, líneas de prevención, grupos de apoyo. Porque la ludopatía digital no es un capricho ni una falta de voluntad: es una adicción que necesita abordaje.
Recordar. Lo que está en juego no es un gol ni una cuota que promete triplicar la plata. Lo que se juega, cada vez que se entra a una app de apuestas, es el tiempo, la salud mental, el futuro de una generación que está creciendo con un casino en la palma de la mano.
Cuando el derecho a crecer choca con el negocio de las apuestas
Los adolescentes tienen derecho a crecer en entornos que cuiden su salud, su desarrollo integral, su educación y su tiempo libre. Lo dice la Convención sobre los Derechos del Niño, que Argentina incorporó en su Constitución, y lo recuerdan las leyes de protección integral de la infancia. También los adultos tienen derecho a la salud, al descanso, a una vida libre de violencias, incluida la violencia económica de sistemas que lucran con la adicción.
Pero los casinos online, en su versión de “jueguito de app”, se cuelan en la intimidad de los adolescentes a través del celular. Prometen diversión y oportunidades, pero operan con algoritmos que estimulan la compulsión y la dopamina, generando una adicción que es tan peligrosa como cualquier otra, mientras vulneran el derecho a la salud mental y a la protección frente a consumos problemáticos.
Los derechos no quedan en la puerta de la virtualidad. La falta de regulación y control en las apuestas online es también una forma de violencia estructural: expone a los adolescentes a daños irreversibles, rompe familias, vacía cuentas bancarias y deteriora la salud emocional de quienes quedan atrapados.
El derecho a la información veraz, a la prevención, a la protección frente a consumos abusivos y a un entorno digital seguro, es un derecho de todas las personas. Exigir marcos regulatorios, educación digital crítica y sistemas de prevención no es opcional: es un acto de justicia intergeneracional.