La historia detrás del "Cañadón de los Bandidos": asaltos, tiroteos y un trágico final
Una edición especial del Diario Esquel relató el origen de este nombre, que aún intriga a vecinos y turistas. Recuerda un violento episodio policial ocurrido en los primeros años del siglo XX.
En sus 119 años, la ciudad de Esquel guarda una rica historia de anécdotas y hechos que dieron origen a los nombres de distintos lugares. Uno de ellos es el “Cañadón de los Bandidos”, un sitio que hoy es recorrido habitualmente por senderistas y turistas.
Quienes ascienden al centro de esquí La Hoya encuentran en el camino un cartel que indica su ubicación. Muchos se preguntan por qué ese cañadón lleva un nombre tan curioso.
La tradición oral hizo circular distintas versiones, pero hay una fuente concreta que lo explica: la edición especial del Diario Esquel por sus “Bodas de Plata (1925-1950)”, que recopiló historias del pueblo y el significado de varios topónimos locales.
Según ese documento, el “Cañadón de los Bandidos” fue escenario de un hecho violento que ocurrió en febrero de 1911.
Por entonces, dos bandidos norteamericanos, Evans y Wilson, junto con un baqueano criollo llamado Mancel Gibbons, mantenían atemorizada a la población de la región. Habían salido de Río Pico, pasaron por Corcovado y se presumía que estaban en las cercanías de Esquel.
En paralelo, otro grupo había asaltado una vivienda en Trevelin y asesinado a un comerciante italiano en el río Percy.
Tiroteos y un trágico final
En ese contexto, un vecino de Esquel, Fortunato Fernández, se presentó una tarde en la comisaría local y aseguró haber visto una fogata en el cañadón, con presencia de los prófugos. Él mismo se ofreció para acompañar a una patrulla.
La operación fue encabezada por el comisario Dreyer, el oficial Calatayud, un agente y el propio Fernández, quien también ofició de baqueano. Armados con revólveres “Wetherlings”, escalaron la montaña hasta llegar al cañadón.
Allí fueron sorprendidos por una descarga de armas de fuego. Según relata el Diario Esquel, los atacantes eran cuatreros chilenos que al verse descubiertos huyeron disparando.
Durante el enfrentamiento, una bala atravesó ambas piernas de Fernández, que cayó herido y fue abandonado por sus compañeros en plena huida.
Al enterarse el pueblo, se organizó una patrulla de rescate con vecinos. Fernández fue hallado con vida, y el doctor Roggero debió amputarle la pierna derecha con un serrucho de carnicero.
La historia no terminó allí. Tras varios meses de recuperación, el día que Fernández recibió el alta médica, se cruzó con el cuñado de Bob Chamber —con quien tenía diferencias personales—. Un nuevo tiroteo puso punto final a su historia: ambos murieron en el enfrentamiento.
Desde entonces, el lugar fue conocido como “El Cañadón de los Bandidos”.
Años después, en 1921 y en 1923, se volvieron a organizar patrullas en Esquel ante rumores de asaltos o por temor a que los trágicos sucesos ocurridos en Santa Cruz pudieran repetirse en la zona.
Pero, según el relato recopilado por el Diario Esquel, fue aquel episodio de 1911 el que marcó a fuego el nombre de este rincón de montaña, hoy testigo silencioso de caminatas y paseos.
Agradecimiento especial al personal de la Biblioteca Pública Municipal y del Museo Histórico Municipal de Esquel por el material bibliográfico y fotográfico aportado.