La deep web en la Argentina: mitos y realidades sobre su uso en delitos en la región
Durante años, fue mencionada en susurros digitales como si fuera una especie de sótano del internet. La Deep Web, esa zona oscura de la red que no aparece en Google, se convirtió en terreno fértil para mitos urbanos y relatos sensacionalistas. ¿Qué hay de cierto? ¿Realmente se trafican armas, identidades y crímenes encriptados desde el sur del continente?
“Si no sabés lo que estás haciendo, no entres”, le había dicho un amigo. Pero el consejo llegó tarde. El chico, de apenas 17 años, había descargado Tor en la laptop familiar. Quería “ver qué onda”. Lo que encontró fue entre asombroso y perturbador. Software libre, libros, películas y música pirata, foros que prometían datos de tarjetas de crédito robadas, sicarios, venta de armas, snuf, material de abuso infantil…
La historia es real, aunque los nombres no importan. Pudo haber ocurrido en Esquel, en Neuquén o en Bariloche. Y resume bien el atractivo que sigue ejerciendo la Deep Web —y especialmente su rincón más turbio, la Dark Web— entre jóvenes curiosos, hackers aficionados y, también, organizaciones criminales.
¿Qué es y qué no es la Deep Web (Internet profunda)?
La Deep Web no es ilegal. No es una red paralela ni un infierno digital poblado solo por ciberdelincuentes. Es, en rigor, todo lo que no está indexado por los buscadores tradicionales como Google. Es decir, son páginas web que no podemos encontrar mediante un buscador normal. Bases de datos de universidades, servidores de correos electrónicos, registros médicos, intranets institucionales: todo eso vive bajo la superficie visible de la web, y no por eso es clandestino.
Otra cosa muy distinta es la Dark Web, esa zona encapsulada dentro de la Deep Web a la que se accede con herramientas específicas —como el navegador Tor— y donde la promesa de anonimato facilita la comisión de delitos. Allí, sí, se ofrecen drogas, documentos falsos, pornografía infantil, ransomware a la venta y servicios de hacking por encargo. Allí, el código de conducta es el silencio.
De Argentina al mundo: algunos casos reales
La Deep Web, y en particular la Dark Web, han sido escenarios de diversas actividades ilícitas que han resonado en Argentina y más allá de sus fronteras. A continuación, se detallan algunos casos emblemáticos que evidencian la presencia y el impacto de estas plataformas en el ámbito delictivo argentino.
Operativo "Protección de las Infancias IV"
En noviembre de 2024, las fuerzas de seguridad argentinas llevaron a cabo uno de los mayores operativos contra la distribución de pornografía infantil en la provincia de Buenos Aires. Durante la operación, se realizaron 114 allanamientos en diversas localidades, resultando en la detención de 20 personas y la imputación de otras 112. Además, se logró rescatar a 70 menores que habían sido víctimas de abuso y explotación. Entre los detenidos se encontraban familiares directos de las víctimas, y se incautaron más de 500 dispositivos de almacenamiento y 260 teléfonos celulares utilizados para la producción y distribución de material ilegal. Este operativo puso de manifiesto la magnitud de las redes de pornografía infantil que operan en el país y su conexión con plataformas de la Dark Web.
Detención de un pediatra en Buenos Aires
En mayo de 2019, Ricardo Russo, jefe de inmunología y reumatología del Hospital de Niños Garrahan en Buenos Aires, fue arrestado bajo cargos de producción, posesión y distribución de material de abuso sexual infantil. Las investigaciones revelaron que Russo había capturado imágenes de menores, algunas de tan solo seis meses de edad, y las había compartido a través de plataformas en la Dark Web. En septiembre de ese mismo año, fue condenado a 10 años de prisión y se le prohibió ejercer la medicina de por vida.
Arresto de un ciudadano ruso por lavado de dinero
En agosto de 2024, la Policía Federal Argentina arrestó a un ciudadano ruso acusado de lavar fondos provenientes de actividades ilícitas en la Dark Web. El individuo, cuya identidad no fue revelada, supuestamente aceptó millones de dólares en criptomonedas obtenidas de presuntos terroristas y hackers norcoreanos. Utilizó intercambios de criptomonedas para convertir estos fondos en moneda fiduciaria, facilitando así su integración en el sistema financiero legítimo.
El mito de la omnipotencia criminal
Es cierto: en la Dark Web se puede encontrar casi cualquier cosa. Pero no todo es tan fácil como parece. El 90% de las llamadas “tiendas” ilegales desaparecen en cuestión de semanas o de días. Las estafas entre delincuentes son tan frecuentes como los delitos que cometen. Y los riesgos legales y tecnológicos de acceder a esos espacios son mucho mayores de lo que suelen advertir los tutoriales de TikTok.
Muchas veces, el relato mediático ha contribuido a construir una especie de leyenda negra alrededor de la Deep Web, como si fuera un mundo paralelo regido por reglas propias. Pero ese relato, alimentado por la fascinación de lo prohibido, tiende a exagerar. La Deep Web no es Mordor: es, en todo caso, un conjunto de sótanos con luces apagadas, en donde conviven el archivo clínico de un hospital y un mercado de drogas ilícitas.
¿Qué dice la ley? ¿Qué se puede hacer?
En Argentina, el Código Penal sanciona con claridad el acceso ilegítimo a sistemas informáticos (arts. 153 bis y 157 bis) y la tenencia, facilitación y/o distribución de material de abuso infantil (art. 128). La Ley 26.388, que introdujo figuras penales específicas para delitos informáticos, es el marco principal que utilizan hoy fiscales especializados en cibercrimen.
Pero el principal problema no es la falta de leyes. Es la trazabilidad: en la Dark Web, los delincuentes usan cifrados avanzados, servicios de VPN y criptomonedas para ocultar sus huellas. La persecución penal requiere cooperación internacional, capacitación especializada y tecnologías de rastreo que no siempre están al alcance de las fiscalías provinciales. En Chubut, como en muchas otras provincias, los equipos dedicados a ciberdelitos suelen ser reducidos, y los peritos informáticos, escasos.
¿Entonces, hay que tenerle miedo?
No. Hay que tenerle respeto. A la tecnología, a la ignorancia propia, a los límites de la ley. Navegar la Deep Web sin saber qué se está haciendo puede ser tan riesgoso como entrar en un edificio abandonado sin linterna. Hay puertas que, una vez abiertas, no se pueden cerrar.
Por ello, no es recomendable que una persona sin experiencia (y sin informarse previamente) acceda a la Deep web, sin los recaudos necesarios de ciberseguridad.
Una espejo de intenciones
La Deep Web, con sus múltiples capas, no es un infierno digital. Pero tampoco es un espacio inocente. Es un territorio ambivalente, donde la libertad puede servir tanto para proteger como para encubrir. Para garantizar derechos o para anularlos.
Y en esa tensión se mueven quienes investigan, quienes delinquen, quienes caen por curiosidad o por desesperación.
Una frontera que no todos cruzan, pero que muchos miran con fascinación. Una rendija por la que se filtran, al mismo tiempo, la promesa de anonimato y el riesgo de impunidad.
No es un cuento con moraleja, pero sí un recordatorio: la Deep Web no es un mito. Es un espejo. Lo que refleja depende de quién la mire y con qué intenciones.