La fundamentación sólida de los derechos laborales nace en nuestro país casi conjuntamente con el siglo XX, como respuesta insoslayable al pensamiento jurídico conservador que pretendía que las relaciones patrón-obrero estuvieran reguladas por el Código Civil, a partir de las normas del contrato de locación de servicios y las obligaciones de hacer, equiparando a ambas partes como iguales y desencadenando un sinnúmero de terribles injusticias.

Así, por ejemplo, se justificaba que un obrero trabajara jornadas de hasta 15, 16 y 17 horas con el argumento de que lo hacía en ejercicio de una supuesta "libertad de contratar" o se requería que el trabajador demostrara la culpa del empleador para que éste respondiera por los accidentes ocurridos en el lugar de trabajo por aplicación de las normas generales que estaban vigentes en materia de responsabilidad civil.

Alfredo Palacios fue el gran promotor de ese nuevo derecho identificado como el Derecho de los Trabajadores, como fórmulas jurídicas revolucionarias en las que se plasmaban las ventajas obtenidas por los obreros en sus incesantes luchas y como oposición al viejo Derecho, el Derecho de los propietarios cuya máxima expresión se encontraba justamente en el Código Civil.

Alfredo Palacios fue el autor de las dos primeras leyes protectoras del trabajador sancionadas en nuestro país que fueron la Ley de Descanso Dominical y la Reglamentación y Protección del Trabajo de Mujeres y Niños, impulsando otras tantas como la que estableció la Jornada Laboral de 8 horas o la Ley de Accidentes de Trabajo que reemplazó el concepto de culpa delictual por el de riesgo profesional para fundar la responsabilidad del empleador.

Vivimos en un país todavía signado por la pobreza y la exclusión social. Frente a la realidad que nos toca vivir, frente al retroceso registrado en la década de los `90 en relación a los derechos de los trabajadores, receta que parece remedarse en nuestros días,  el ideario que plasmó en la teoría Alfredo Palacios, y recién pudo llevar a su máxima aplicación el general Juan Domingo Perón, renace con más fuerza que nunca; no sólo por su trascendente valor histórico sino como guía de acción como único camino posible hacia la justicia social.

Reivindicamos así, en este Día del Trabajador, a los dos insignes argentinos que crearon e impulsaron el sentido más completo de la impronta insoslayable de la dignidad humana: el Trabajo.