La creación les sale por los poros. Abuelos, padres, hijos y también nietos de la familia Massacese incursionaron en pintura o escritura. Más que nada en las artes plásticas, la huella es profunda y tiene una destacada presencia en Esquel.

Los nietos de Aresto e hijos de Oreste Aimar Massacese y la conocida escritora Carmen Miguel* son tres. Marimar es docente jubilada de educación especial pero pinta desde su infancia. Su hermana mayor, Mariella, es una artista plástica que se dedica a tiempo completo, expone y viaja con sus pinturas por distintos lugares. En cuanto a Pablo, es constructor y también aficionado a inventar objetos.

Fue Aresto Massacese, un constructor, pintor y orfebre el primero en llegar a la zona en 1937 desde Río Negro. Él sentó las bases de un ambiente familiar donde la artesanía o el arte eran algo cotidiano. En la casa del hijo de Aresto, Oreste (Cacho), "las manos siempre estaban" evoca la hija menor, Marimar.

Su infancia y la de sus hermanos mayores, Mariella y Pablo, surfeó entre bastidores, olores a óleo y trementina, texturas, chapas, maderas, libros, imágenes, dibujos... Los sonidos de la creación siempre de fondo, inundando el mundo conocido y despertando esa pulsión de transformarlo en alguna obra artística.

Aresto y su esposa junto a su hijo Oreste y Carmen Miguel
Aresto y su esposa junto a su hijo Oreste y Carmen Miguel

"En casa había pinceles siempre, había pintura, máquinas de escribir, una biblioteca grande. Estaban esas condiciones materiales disponibles" explica Marimar. "Hoy mirando en retrospectiva uno lo valora diferente. Pero más que legados, tenía que ver con la crianza, la simple experiencia".

Hace poco Marimar tomó contacto con una obra inédita de su abuelo Aresto. Unas chapas repujadas de latón que se incorporaron a la colección de patrimonio cultural del municipio y así lo recuerda. "Mi abuelo falleció cuando yo tendría unos 9 años. Eran una familia italiana, muy de la pasta del domingo y los encuentros así que la relación fue muy cercana. Igualmente era una persona muy reservada. Tenía en la casa un taller de orfebrería que estaba en una parte alta donde se subía por una escalera. Eso para nosotros era todo un mundo privado por descubrir, de hecho con un primo mío entrábamos al taller cuando no había nadie. Era como un laboratorio de arte. A ver qué te podías encontrar".

Mariella, unos seis años mayor, añade que ese rincón de Aresto estaba lleno de libros de anarquismo y "se pasaba horas tallando". Uno de sus cuadros forma parte de la primera colección pictórica municipal.

Río Percy-Último cuadro de Oreste Massaccese del año 2003
Río Percy-Último cuadro de Oreste Massaccese del año 2003

Oreste y sus "50 mil cosas a la vez"

Mariella define a su papá como un hombre activo, "un bohemio" que se aventuró en empresas y proyectos varios. "Era un tipo que hacía 50 mil cosas a la vez -reconoce- pero lo que nunca dejó de hacer es pintar". Oreste tuvo fuertes ideales políticos, era carpintero, se dedicó a la forestación, a impulsar agencias de turismo e incluso a la actividad periodística, que lo llevó a ser el primer director del Diario El Oeste en el año 1983 y participar activamente de otras fundaciones como el diario El Cordillerano o Páginas del Sur. Además, fue Juez de Paz y tuvo un estrecho contacto con los barrios y los más humildes.

Como artista plástico se inició con el maestro Reynaldo Antúnez. Fue distinguido en numerosas ocasiones, por lo que el Salón de Bellas Artes en el edificio histórico municipal lleva su nombre desde el año 2006. Los recuerdos de sus hijas se unen en una valija de pintura y un atril que todavía conservan, con los que Oreste se trasladaba a pintar al Arroyo Esquel, "bien lejos" y de allí surgían, como borrosos, los paisajes de la zona. Marimar recuerda que "se sentaba generalmente en otoño. A lo mejor lo ayudábamos a preparar los bastidores, pero los cuadros los hacía ahí. Se desconectaba del mundo. Y nosotros, bueno...estábamos ahí. También te daban ganas de ver qué pasaba con eso y de ponerte a pintar. Era sembrar la inquietud, no había una presión por pintar".

Casas del barrio Ceferino, Oreste Aymar Massacese
Casas del barrio Ceferino, Oreste Aymar Massacese

Marimar comenzó a pintar a los seis años y tomó clases con Griselda Cea. "Me llevó papá y fue un espacio de libertad que me hizo muy bien" recuerda. También trabajó con Ivana Del Blanco y a pesar de que siempre le gustó pintar, y tuvo épocas de mucha creación, no la eligió como carrera. "Hay toda una cuestión con lo artístico, de que tiene que ser algo "paralelo" y uno no puede "ocuparse" realmente de eso. En casa, mis padres hacían lo que daba una remuneración para mantener el hogar y "además" pintaban o escribían" expresa.

Marimar Massacese-Coleccion de Artes Plásticas 2020-2021
Marimar Massacese-Coleccion de Artes Plásticas 2020-2021

Por su parte, Mariella recuerda que "el primer regalo de papá fueron acuarelas y me llevó a pintar a la plaza. Su influencia fue muy fuerte para mí y para mi hermano principalmente. Papá definió el tipo de pintura en mí, que es el quiebre entre lo fotográfico y lo abstracto".

"Cuando éramos chicos -Pablo y yo nos llevamos un año- papá nos traía radios viejas y nos decía que las desarmemos. Entonces hacíamos circuitos y casas, usábamos los foquitos, las piezas de colores y éramos de hacer todo el tiempo. Pablo sacó de ahí la capacidad de resolución y es muy hábil con las manos" remarca.

Mariella aclara que "en casa somos todos autodidactas. No hubo una sistematización del arte. Es más, cuando yo le pregunté a mi viejo si estudiaba Filosofía o Bellas Artes, él me respondió que lo de Bellas Artes ya estaba en mí, que hiciera filosofía" destaca.

El arte que respiramos: La fuerte impronta de la familia Massacese en Esquel

Otro de los consejos que recuerda de su papá es cuando le decía que "ser pintor no es pintar dos veces al año" sino que requería un oficio. "Y es así, no hay que esperar la inspiración" dice Mariella y marca lo difícil que es asumirse como pintora. "Durante mucho tiempo me costaba decirlo, si ganaba un premio en Buenos Aires, decía "es casualidad". Sin embargo, lo superó. "Tengo 56 años y sigo buscando, es como una obsesión de siempre hacer más".

Su último comentario cariñoso es para su mamá, Carmen Miguel. "Ella fue un pilar fundamental para sostener ese nivel de caos creativo. Papá siempre decía que la casa "era una anarquía, porque cada cual hacía lo que quería" recuerda sonriendo.

*Carmen Miguel es docente y maestra bibliotecaria. Autora de varios libros, cuentos y poemas que cosecharon premios. Es también jurado en certámenes literarios.

Colaboró en esta nota: Néstor Tejeda de la Secretaría de Cultura de Esquel