Este año, por primera vez, se exhibió en la Argentina la totalidad de la obra del grande y olvidado pintor peruano José Gil de Castro. Sus pinturas se han expuesto infinidad de veces, pero siempre en forma parcial y con motivos especiales: El ejército argentino en Chile, La expedición sanmartiniana, Asambleas legislativas de la Independencia, etcétera.

Hoy, este artista que en vida llamaban despectivamente el mulato Gil o el pardo Gil ha quedado en el olvido de todos los públicos.

En efecto, pocos artistas americanos han tenido tanta trascendencia como José Gil de Castro, y muy pocos son tan desconocidos como él. Bien podemos decir que es el pintor olvidado. Sin embargo, fue el retratista más completo de los años difíciles de la Independencia, durante la revolución contra el régimen español. Era peruano, nacido en Lima, pero los datos se esfuman en sus orígenes y también en sus días finales. Varios biógrafos afirman que nació en 1790, pero ese año no parece coincidir con algunas de sus obras, ya que se le supone un retratista requerido por el público en 1808 en Santiago de Chile y en 1812 pinta un retrato de Fernando VII, en Lima, que hoy se halla en el Museo de la Quinta de Presa. Tampoco se conoce su origen. Era pardo, hijo de Mariano Castro y de María Leocadia Morales, pero quedó huérfano de niño y fue recogido por un oficial del ejército español, que lo protegió e hizo educar. Después siguió estudios regulares y en la adolescencia se incorporó a la escuela de Bellas Artes de Cuzco.