Revisemos la situación de la educación en Chubut. Leemos por estos días, en los medios gráficos, que los empresarios de nuestro país, afirman que no pueden encontrar jóvenes con el secundario terminado y habilidades básicas para ser contratados.

Pocas palabras, pero poseedoras de una contundencia capaz de correr el velo y dejar al descubierto esta Argentina desvencijada, cruel diagnóstico que esconde la tragedia educativa.

No podemos mirar distraídamente la realidad en nuestra provincia. La falta de dimensión que se tiene sobre el daño educativo en la provincia, no tardará en visualizarse en poco tiempo, cuando nuestros jóvenes, hoy en tránsito por el sistema educativo, griten su frustración.

Futuro incierto para estas generaciones de jóvenes llevados a los tumbos, con cuatro años de clases interrumpidas, seis ministros de educación que no aciertan en enderezar el rumbo, titulaciones por decreto sin consistencia académica, y discusiones gremiales eternas.

Qué está pasando para que estos jóvenes, que quieren conseguir trabajo y disponen de su diploma, insumo básico de cualquier requerimiento laboral, se enteren que, en muchos casos, los conocimientos que adquirieron durante su formación, no son siquiera suficientes.

Estaremos condenados a aceptar que la educación pública, pilar sobre el que se construyó nuestra Argentina, se fue desmoronando, se quedó fuera de las prioridades, se diluyó en discursos y promesas y continuó su deslizamiento hacia una naturalización de su decadencia.

La asistencia social sin educación no hace adultos autónomos, los lanza por lo contrario a un destino de dependencia, donde serán parias de la era del conocimiento.

Una de las palabras preferidas del discurso político hoy es: ¨inclusión¨. ¿Alguien estará pensando seriamente, como llegan esos jóvenes a su adultez, para cumplir con ese postulado?

Educar es la única forma de incluir realmente. Nadie puede siquiera soñar con una oportunidad, si no está parado al menos en la línea de largada, para aspirar a poder realizar una tarea por elección y en forma plena, que lo lleve a progresar en la vida.

En Argentina existía esa noción de llegar a algún lado, porque se estudiaba.

A cada chico que no completa el secundario y parece que también a los que obtienen su título, se le roba directamente el futuro, se le reducen sus posibilidades de crecimiento personal o lo peor, se lo lanza al delito o se lo condena a la desesperación.

Hoy sabemos que el 50% de los chicos no termina la escuela secundaria, y, además, que los que concluyen la etapa de formación básica, cuando reciben sus diplomas, los contenidos aprendidos no alcanzan para las necesidades laborales que exigen las empresas. Qué es el estado presente.... ¡Si no está presente en esto!

No es casualidad que los jóvenes sean los más afectados por la desocupación. No solo enfrentan la escasez de empleo, sino también las demandas de la nueva economía.

Las políticas educativas en Argentina, parecen haberse quedado detenidas en la época de la revolución industrial como si no hubieran existido los saltos tecnológicos más espectaculares en este tiempo.

Las encuestas se empecinan en indicar que la educación está entre los temas que menos les preocupan a los argentinos. Antes figuran, la inflación, el trabajo o la falta de él, la corrupción, la inseguridad, otros temas, y muy al fondo la educación.

Las elites de gobierno y también una parte importante del estatus productivo, se desentiende del tema educativo, tal vez por tratarse de una cuestión en la que nadie se siente demasiado cómodo, y mientras tanto dejan al país varado en el pasado.

La pandemia dejo en evidencia que la educación fue botín de la puja política, y los estudiantes, de todos los niveles pagarán las consecuencias.

Es muy difícil estipular el costo de la interrupción de la enseñanza normal, que ya venía sobre todo en Chubut, más que golpeada, contrariando incluso los diagnósticos de la OMS, UNICEF, etc. acerca de la importancia de mantener las aulas abiertas.

Afortunadamente aparecieron los padres, que, sí son conscientes del daño irreparable que implica no tener clases para el futuro de sus hijos, y se movilizaron incansablemente, hasta lograr respuestas. Ellos son la última gran reserva moral que aún guarda nuestra sociedad

Esos padres tienen la certeza que el único camino que iguala y da oportunidades reales, es la educación. Y es un camino mucho más urgente, tremendamente urgente para los menores que viven en la pobreza.

Volviendo a las palabras con que he dado inicio a estas reflexiones, la advertencia de un conjunto de empresas sobre la dificultad para dar con empleados calificados, es una señal de alarma que debe despertarnos, en tiempos de descreimiento, de desesperanza e incertidumbre.

La educación debería ser el único Dios decente, al cual estaría justificado rendir culto en este lío.

Humildemente soy de quienes piensan que de este pozo no se sale cavando. ¿habrá conciencia y voluntad para hacerlo?