Por María Lloyd.

Una de las NyC de los NyCs en Esquel nació el 13 de diciembre de 1919. Vivió 98 de los 112 años de Esquel y vió cómo se hacían las primeras construcciones de la ciudad.

Conoció la escuela "Las Margaritas", antes de que se mude a su actual edificio en Alvear y Sarmiento y sabe lo que era un pueblo tranquilo: "Había que inventar con qué entretenerse", dice.

Lizzie Freeman es una de los once hermanos Freeman, habla perfecto el galés y tuvo un rol clave en la supervivencia de esa cultura en Esquel. En la Capilla Seion, espacio de encuentro por excelencia de inmigrantes y descendientes galeses, tocó el órgano desde sus 16 a sus 80 años.

Una mujer con una voz que resuena fuerte como los recuerdos vívidos que a sus 98 años vuelve a retomar con alegría y generosidad: "No me gusta salir en los diarios, pero es lindo recordar cómo se vivía en un pueblo que cambió tanto". Lizzie nació antes que Esquel fuera un Municipio, cosa que sucedió el 26 de febrero de 1923, es una de los pocos testigos de aquella época y lo comparte con #EQSnotas.

Sus padres trabajaban en el campo y ella y sus once hermanos también. La relación con los vecinos se daba a partir de reuniones sociales que se organizaban en su casa, que todavía sigue en pie en el mismo lugar. "Eran los únicos momentos que teníamos para divertirnos, hacíamos un gran té y venía el que quería. Mi casa era un espacio social, nos gustaba recibir gente y cantarles", dice Lizzie. La casa de los Freeman todavía se encuentra intacta al fondo de la Av. Irigoyen.

Estas son unas fotos de la familia que Lizzie conoció recientemente. Son de un viaje a Trelew después de ir a la peluquería. Lizzie tiene el pulóver a rayas verticales.

Lizzie Freeman, la mujer que vio encender las luces de Esquel
Lizzie Freeman, la mujer que vio encender las luces de Esquel
Lizzie Freeman, la mujer que vio encender las luces de Esquel
Lizzie Freeman, la mujer que vio encender las luces de Esquel

Y es que entonces no había mucho para hacer más que trabajar la tierra.

"No había plazas, ni árboles. Jugábamos con pedacitos de madera y recortábamos figuras de las revistas".

También cuenta que su abuela hacía las velas caseras con grasa y las guardaban para el invierno. Las primeras conexiones de luz se hicieron para apenas un tercio de la ciudad y primero se realizó el tendido en la vía pública. En el libro "Esquel - 100 años" escrito por Jorge Oriola, así lo relata:

"John y sus socios tenían un aserradero en las cercanías del "puente de hierro", sobre el río Percy, en la década del ´20. Con sus maquinarias producían energía eléctrica que, mediante un tendido precario, se brindaba a Esquel. Era un servicio primitivo y deficiente. Se hicieron los estudios correspondientes para agua potable y electricidad por parte de Obras Sanitarias; más tarde, los primeros trabajos estaban terminados.

                En el mes de julio de 1931, gratamente la población de Esquel vio las primeras luces eléctricas de la calle a modo de ensayo. Se produjo un jueves y un viernes de julio de 18 a 23 horas. Era el primer paso, importante para los vecinos. De todos modos, tres cuartas partes de la población seguía a oscuras. También se preparaba el servicio de aguas corrientes, es decir, agua potable, pero sólo alcanzaría en un principio para un tercio del total de los vecinos."

                "Otro de los adelantos fue la inauguración del camino a la laguna La Zeta, aunque la prensa de entonces no la nombraba como tal; en esos días cayó una nevada superior a treinta centímetros. De todos modos, el acceso a la zona del río Percy, proveedora de leña, iba mejorando".

Ese día  Lizzie y sus hermanas salieron a caminar por La Zeta: "Nosotras con algunas amigas íbamos muy seguido a pasear. Hacíamos largas caminatas y bajábamos cuando empezaba a oscurecer porque sino no veíamos nada. Estábamos bajando de la laguna y vimos cómo se prendieron las luces por primera vez. Fue maravilloso y nos pusimos re contentas de poder mirar Esquel por primera vez de noche".

Hoy Lizzie vive en el centro de la ciudad, en su casita llena de recuerdos, adornos galeses, bordados.

Todo allí da cuenta de los años vividos y sus ojos del color de la pared, se encienden cuando recuerda cómo se veía la ciudad con las primeras luces. Sí, fue testigo de la primera vez que Esquel se iluminó.

"Vivimos en una ciudad hermosa, privilegiada. Cambió para bien y para mal, pero sigue siendo el mejor lugar para vivir".

Si ella lo dice...