Todos los encuentros con cóndores son intensos, y la mayoría de los que nos gusta andar por la montaña los hemos tenido. Yo no recuerdo la primera vez que vi un cóndor pero sí un primer encuentro de gran intensidad que me dejó sin aliento. Con Seba, sentados en la mitad de un acantilado del Cerro Huanquihue, un cóndor flotó muy cerca, a nuestra altura, observándonos en calma y silencio... claro, es que en ese momento fuimos cóndores también nosotros. Recuerdo muchas vivencias imborrables con estos animales, en especial durante los años que frecuenté una condorera en particular en la que tenía el privilegio de amanecer con ellos y ellas, que me miraban confundidxs mientras se desperezaban y preparaban su primer vuelo.

Es duro imaginar el dolor y la confusión que experimentan cuando son perseguidos, intoxicados, baleados, capturados por seres humanos. Conductas que tienen su origen en la idea de que somos algo diferente de la naturaleza y buscamos dominarla, someterla. El sufrimiento del cóndor es el mismo de la Tierra toda, y es lo que como humanidad tenemos por sanar, esa relación de poder sobre La Otredad, sea de naturaleza externa o interna. Como sufre el cóndor, sufren nuestrxs vecinxs y nuestro cuerpo también.

Hoy pasa de estar entubada a encerrada a anestesiada. Y le quedan varios meses aún.

La vida que había podido recuperar luego de aquellos disparos, esa vida que por un instante sintió que se le iba, volvió a ponerse en pausa.

¿Qué quedó de ella acá, en su territorio? ¿Quiénes sienten aún su partida? Sin duda muchas personas que estuvimos acompañando la situación en todo momento, imagino a Luis aún dudando si habría hecho bien en dar aviso a gendarmería, a Tomás todavía con su olor en la ropa y el recuerdo fresco de haber hecho contacto con semejante ser, a todas las personas que se vieron movilizadas por su presencia y que aún sin haber llegado a verla, entendieron la situación tomando posición en el asunto, tomando decisiones. A Valeria con una increíble anécdota que irá mutando a medida que más la cuente en el futuro, convirtiéndose en parte de sí misma. A tanta gente. Sin contar la llegada mediática que tuvo la situación, calculo que fuimos cerca de 100 personas las que nos vimos movilizadas directamente desde su encuentro en la vereda hasta hoy siendo atendida en Mendoza rodeada de profesionales.

El impacto de su llegada no es menor, puso en evidencia dos formas opuestas de relacionarnos con la naturaleza, dejándola ser en libertad o queriendo poseerla. La posesión no solo como retención física sino ejerciendo poder sobre ella, su sometimiento. Quien le disparó quiso poseerla, quien la nombró quiso poseerla, la Fundación quiso poseerla, la dirección de Fauna directamente se creyó su dueña, otros quisimos liberarla de su jaula para que pueda ser.

El deseo de salvar una especie por más altruista que parezca también es en el fondo una conducta egocéntrica que considera que el mundo necesita nuestra ayuda, que no puede solo, poniendo a las personas en una situación de poder sobre el resto, en situación de salvadores, aumentando la separación que origina el problema. El conservacionismo alimenta la idea de que no somos parte de la naturaleza, y es la misma idea que tiene quien le disparó.

Esta cóndor tuvo una conducta inusual que es volar en plena tormenta, también iba con el buche lleno y considerando que es una adulta en edad reproductiva y que el período parental dura hasta 18 meses es esperable que tuviera su cría en algún lado, si existe un cóndor y quizás un pichón que la extrañen, lucharán por su propia existencia ante la ausencia de la hembra. Cuando desaparece un individuo de su territorio queda un hueco ecológico que tiene efectos que se transmiten como una onda a muchos otros elementos de la trama de la vida, en este caso "el árbol no les dejó ver el bosque..." no se contempló en ningún momento la situación ambiental, ecológica del animal, se lo retiró de su entorno como quién quita una curita... de un tirón.

Ojalá vuelva, ojalá. Difícilmente sea igual para ella y para su entramado familiar y ecológico un regreso después de meses, tras el trauma sufrido. Pero merece ser liberada en su territorio lo antes posible, para que pueda vivir, o morir, en paz.