Alguna vez leí una frase que vuelve cada año, como una letanía "en la Patagonia uno tiene que optar entre lo inmenso y lo infinito" en referencia a la posibilidad de encontrarse con paisajes tan abrumadores y espectaculares que despierten sentimientos de asombro y al mismo tiempo hacer que uno se sienta conectado con algo más grande y trascendental.

De allí que cada 28 de Julio, en esas conversaciones que uno suele mantener consigo mismo, me interpelo acerca de cuál hubiera sido nuestro destino, si aquel puñado de Galeses, embarcados en el Mimosa, que en 1865 decidieron poner proa con destino a la Patagonia se hubieran desvelado frente a la disyuntiva de optar, entre lo inmenso y lo infinito. Tan distantes del sonido de sus himnos, y de las tumbas de sus héroes.

¿Cómo habrían imaginado aquellos Galeses, el rostro de ese paisaje despojado al que llegarían, traídos de la mano de su propia utopía, y en el que confiaban proporcionaría tierra firme a sus costumbres y creencias?

Mi imaginación no es suficiente, no alcanza, no obtengo respuestas que satisfagan mi inquietud.

Me enredo pensando que los procesos migratorios sintetizan dimensiones especiales del hombre, expresadas en sentimientos de desarraigo, melancolía, miedo…., pero también libertad y esperanza.

Me asaltan los recuerdos de mis ancestros, en cuyos rostros convivieron trágicamente lo que ya no se era y nunca se volvería a ser, y un futuro utópico que tal vez jamás fuera a realizarse.

Solo mi Imaginería solitaria.

La realidad me sacude diciéndome, que aquel grupo de Galeses que aquí llegaron, cargaban en su equipaje, sueños, quimeras e ilusiones, para quienes la Patagonia fue un horizonte deseado y un camino de progreso.

Me dice también, que aquellos sueños, imponían seguir siendo como en su Gales natal, mujeres y hombres sencillos, alegres, solidarios y libres, y cumplieron.

Reviso los nombres, de aquellos peregrinos aventurados, buscando la identidad que dan los nombres, y esos nombres, me remiten a los tiempos del desembarco, a aquella mañana del 28 de julio de 1865, porque siento que los nombres identifican, distinguen, ubican y siempre tienen que ver con los orígenes

Algo del espíritu de aquel momento se filtró en nuestro devenir y marcó una dirección que suele ir más allá de los tiempos.

Pertenecer hoy a este lugar, habiendo transcurrido 158 años de aquella epopeya de la tolerancia, me representa llevar guardado un ¨gaucho  Gales¨, en un rincón de la memoria.

Sé que todo lo mío, es pequeña dimensión frente a aquella gesta, una ventana pequeña desde donde veo el mundo, preocupante, desmesurado, distante.

Solo una certeza me atraviesa con claridad, como respuesta a mis cuestionamientos sobre el ideario de los viajeros del Mimos ¡¡era hacia el Sur la marcha inexorable del Galés!!!!!

No sé qué milagrosa persistencia me encuentra, una vez más en estas vísperas, abrevando en mi propia nostalgia, para rendir un merecido homenaje a aquellos esperanzados ancestros.

Repitiendo en voz muy alta, las palabras que inspirara la pluma mágica del poeta y amigo Carlos Dante Ferrari: ¨¨aquí estamos voceándole a los vientos, que aún vive, que no ha muerto del todo, la esperanza¨.

¡Feliz Fiesta del Desembarco, querida Colectividad Galesa!!!!!